Long Life
Arcadea Lhingneth.
Primogénita de la familia Lhingneth, Arcadea creció como cualquier otro elfo dorado, colmada de aristocracia y pretensión. Su familia era reconocida en toda la región pues sus antepasados habían luchado en la Primera Guerra de la Corona. Todo ello, la mantenía en una posición superior al igual que el resto de familias con linajes reconocidos como el suyo. Durante sus años de infancia, la joven Arcadea se las pasaba yendo de aquí para allá con su padre quien trabajaba creando armaduras para el ejército. Conocido como La Mano de los dioses, su padre fabricaba las mejores y más detalladas armaduras de toda la región e incluso de toda la raza élfica.
El resto del tiempo, Arcadea lo invertía en la enorme biblioteca de su casa. Pasaba horas y horas encerrada allí,su meta era leerla por completo. Recordaba que su madre se había reído al escuchar semejante majadería, ella se había tomado aquello como un reto y durante los siguientes años se convirtió en una especie de erudita. Los años venideros hicieron de Arcadea una de las más sabias elfas de su zona, siempre que caminaba por la calle de la ciudadela portaba bajo su brazo algún libro o pergamino. Tanto la historia de Faerûn como sus leyendas eran el alimento diario de la elfa, conocía al dedillo todas y cada una de estas y por ello los pequeños siempre acudían a ella para que les contase alguna.
Sin embargo, a pesar de llevar una vida plena, el destino o los Dioses
quisieron que toda su vida diese una vuelta de 180 grados. Un familiar, uno de
la rama más desperdigada de la familia Lhingneth, había fallecido en tierras
lejanas. La isla de Eternion los separaba del continente de Faerûn, por lo que
el viaje fue realmente largo. Varias semanas más tarde, la familia llegóa Silverymoon tras un pequeño paseo a caballo. Por supuesto, llegaban tarde para el entierro y para la ceremonia, mas los respetos a los familiares predilectos del difunto debían ser presentados.
Aquella noche, una que Arcadea había estado esperando durante años, una antigua leyenda se hizo real y las magias arcanas cobraron vida de nuevo. Ella, ansiando ver con sus propios ojos el resultado de tal leyenda hecha realidad, se internó en los bosques profundos. Sin embargo, no había esperado que con aquella magia, venían acompañadas criaturas de las sombras. Su vida peligró durante el trayecto y sin darse a penas cuenta en pocos minutos su vida dio fin. Antes de caer rendida sobre la tierra, la joven elfa divisó a pocos centímetros de ella una flor, una flor birllante que exudaba magia por todos lados y que jamás había visto.
Fue esa flor la que de algún modo salvó su vida, pero a un gran precio. Nada más abrir los ojos, supo que ya no estaba en Silverymoon. Un pequeño grupo de Drows la rodeaban formando un círculo perfecto, se la llevaron al Inframundo y con el paso de los años hicieron de ella una de ellos. Físicamente no era igual, pero en cuanto a su pensamiento y actitud era toda una elfa oscura. Era la mascota de los Drow, tanto así que hicieron una ceremonia en honor de Lloth, la Reina Araña Diosa de los Drow. Los siglos hicieron de ella una gran guerrera, e incluso entre la sociedad Drow, la cual era matriarcal, se forjó una gran reputación siendo una de las más importantes cabecillas del ejército.
Durante una gran guerra, una contra los Elfos Lunares en la que grandes magos apoyaron a dicha subraza élfica, Arcadea fue tragada por uno de los portales a Lloth sabía donde. Para su asombro, apareció en un mundo totalmente distinto, lleno de humanos donde las criaturas superiores como los Elfos o el resto de seres no-humanos habían tenido que esconderse de estos evitando mostrar su verdadera naturaleza. Pasó varios años entre los mortales aprendiendo de ellos hasta que escuchó hablar de una Escuela en San Francisco que recogía a todo tipo de criaturas para entrenarlas. En principio su intención era acercarse allí y quizás quedarse, pero cuando encontró a La Corte, sus ojos se iluminaron y su opinión cambió. Al fin y al cabo, sus ideales casaban con esta facción.